martes, 6 de diciembre de 2011

APOLO Y DAFNE DE BERNINI


Sin lugar a dudas Bernini conocía perfectamente la fábula de Apolo y Dafne contada por el poeta romano Ovidio en su obra  La Metamorfosis, que consta de unas 250 narraciones mitológicas y es uno de los trabajos sobre mitología más populares que se conocen. Esta narración en concreto cuenta lo siguiente:

Apolo, tras dar muerte a la serpiente Pitón, quiso desafiar a  Eros en el arte de lanzar flechas y éste molesto por su arrogancia ideó vengarse arrojándole una flecha con punta de oro que infunde amor a quien le hiere. Pero también hirió a la ninfa Dafne, esta vez con una flecha con punta de plomo, que causa rechazo amoroso.

Apolo nada más ver a la hermosa ninfa se enamoró de inmediato y fue a su encuentro, pero ella herida con la flecha del desprecio salió corriendo tratando de esconderse, pero al verse perdida y sola pidió ayuda a su padre el río Peneo que no dudó en dársela. Así que cuando Apolo alcanzó a Dafne se inició un proceso de transformación, su cuerpo se cubrió de dura corteza, sus pies fueron raíces que se hincaban en el suelo y su cabello se cubrió de hojas.

Apolo al ver a Dafne convertida en laurel, se abrazó al árbol y lo cubrió de ardientes besos “si no puedes ser mi amante, serás consagrada eternamente, tus hojas siempre serán verdes y con ellas me coronaré”

El maestro Bernini capta el instante del infortunado alcance, ante la cara de asombro de ambos al ver las primeras hojas aparecer en las manos de Dafne y sus pies que quedan clavados en el suelo a modo de tronco.

Las figuras en movimiento a tamaño real, la pureza de sus líneas y las transparencias de las hojas en mármol blanco, muestran el resultado brillante de una obra que puede ser contemplada desde cualquier ángulo. Si nos ponemos detrás de Apolo podremos comprobar que ya no podemos ver a Dafne y solamente podemos contemplar el árbol, el resultado es perfecto. Si continuamos girando a su alrededor descubriremos el rostro de horror de Dafne y la cara perpleja de Apolo.

Bernini la llevó a cabo entre 1621 y 1624, la inicia a la edad de 24 años. La escultura se encuentra en Roma, en Villa Borguese, creada ya para museo por el cardenal Scipione Borguese. Apolo y Dafne pasó a formar parte de la colección del cardenal permaneciendo en la Villa desde que Bernini la finalizó hasta nuestros días, aunque con un cambio de propietario. En diciembre de 1901 el parlamento italiano autorizó la compra del museo (edificio y contenido) a la familia Borguese y en julio de 1902 fue comprado todo el conjunto por valor de 3.600.000 liras. En 1903 la unidad original de la Villa fue dividida, ya que el parque fue cedido al ayuntamiento de Roma, mientras que el palacio y la colección de las obras de arte quedaron en manos del Estado, que hoy gestiona y conserva con gran acierto.

La especulación inmobiliaria traiciona a los descendientes de la familia Borguese que custodió y amplió el legado del cardenal, ello produjo resultados desastrosos para las finanzas de la familia y el príncipe Paolo se ve obligado a vender Villa Borguese al estado italiano, una colección privada excepcional de la que hoy podemos disfrutar todos, eso sí bajo cita previa y en grupos reducidos, aunque el resultado merece la pena.

Apolo y Dafne ocupan un lugar destacado dentro del museo en la sala II,  que junto al David también de Bernini, son posiblemente las esculturas más hermosas de este escultor dentro de esta Villa. En 1795 Marco Antonio IV Borguese la hizo colocar en el centro de la sala con una nueva base que diseñó Vicenzio Pacetti, utilizando fragmentos originales de la base anterior, completando con yeso el conjunto y haciéndole agregar otro adorno en forma de papel con el águila Borguese, esculpida por Lorenzo Cardelli.

Contemplar la obra es un deleite para los sentidos, quienes la restauraron, sintieron al limpiar las hojas de laurel como el mármol hacía sonar su queja y su fragilidad ante tal osadía, pero el resultado fue extraordinario y hoy luce con todo su esplendor. Mi admiración y respeto para las personas que llevaron a cabo un trabajo de tal envergadura y por supuesto al maestro Bernini que nos dejó una obra de extraordinaria factura