miércoles, 30 de noviembre de 2011

DIANA DE POITIERS FAVORITA ENTRE LAS FAVORITAS.

Diana tenía esa mezcla femenina perfecta de belleza e inteligencia, una mujer del renacimiento que supo adaptarse a las costumbres de su época y brillar con luz propia. Con su padre aprendió a rentabilizar las tierras, de su manido a manejar el dinero y los asuntos políticos, alianzas, tratados, influencias, negociaciones... y como favorita del rey de Francia, poner a la práctica todo lo aprendido.

Solamente le aventajó en dominios y posesiones Isabel de Inglaterra. Diana se convirtió en consejera del rey, desplazó la corte a Chenonceaux, castillo que no dejó de embellecer y rentabilizar, manejo los asuntos de estado con habilidad y discreción. Empujó al rey a cumplir con sus deberes conyugales, se ocupó personalmente de la educación de la descendencia real y negoció con la reina viuda hasta el final.

Numerosos escritos nos hablan de  su belleza, de su refinamiento, sus conocimientos  y la enorme influencia que ejerció sobre Enrique II de Francia. Ella era el centro de todas las miradas y la reina Catalina de Medicis no tuvo más remedio que aceptar una partición que desaparecerá solamente con la muerte del rey.

No sabemos exactamente que pensaron estas mujeres ante tal situación, pero lo cierto es que los numerosos emblemas y símbolos que el rey desplegaba en su reino no daban más que muestras hacia su devoción por Diana de Poitiers, pese que la dama era unos veinte años mayor que él. Hay que tener en cuenta que en aquella época no habían operaciones de estética, ni cirugía. plástica, ni los cosméticos que usamos actualmente,  pero la belleza de Diana se conservó intacta hasta el final.

Me consta que a finales del siglo XX, se trasladaron sus restos a Anet, dónde originariamente habían sido depositados y un análisis de los mismos mostró restos importantes partículas  de oro. Es posible que Diana tomara alguna mezcla de oro líquido que le permitiría conservar la belleza blanquecina de su época y esa piel anacarada que siempre disfrutó, aunque seguramente muriera de anemia e intoxicación.

Diana era hija de Jean de Poitiers, conde de Saintt-Vallier y vizconde de Estoile, quedó huérfana a la edad de 6 años y fue educada como una dama en el séquito de Ana de Francia hija de Luis XI. Se casó a los 15 años con Luis Brézé, senescal de Normandía, nieto de Carlos VIII de Francia y su favorita Agnès Sorel. El marido de Diana era unos 40 años mayor que ella, pero a pesar de ello tuvieron dos hijas y fue un matrimonio bien avenido, respetuoso y bien compenetrado.

A la muerte de su esposo Diana contaba con 31 años, paso a vestir con los colores blanco y negro (luto de la corte) que ya no abandonaría jamás. Viviría un tiempo en su castillo de Anet, donde empezó a preocuparse por su aspecto. Se levantaba temprano y se bañaba siempre con agua helada, su desayuno consistía en una taza de caldo y cabalgaba unas tres horas por los campos que rodeaban su castillo. A su regreso tomaba una comida muy simple y descansaba hasta el mediodía. Solamente entonces comenzaba a atender sus obligaciones de senescala.

Solamente dos años después regresa a la corte, llamada por el rey Francisco I, ya que su hijo Enrique era un chico triste y sombrío, no parecía atender a más estímulo que su dama Diana a quien había conocido años antes al ser cedido junto a su hermano como rehenes en la corte de Carlos V, a cambio de la libertad de su padre el rey Francisco I. Fue entonces cuando Diana no dudará en convertirle en su galán de forma platónica y desinteresada. Todos pensaron que cuando Enrique se casara con Catalina de Médicis desaparecerían los suspiros del joven por Diana.

Pero nada más lejos de la realidad, un hecho importante sucederá en la corte que lo cambiará todo, la muerte del delfín Francisco, hermano de Enrique y futuro rey de Francia, Ello convierte al galán de Diana en el futuro rey y el amor galante y desinteresado, con el tiempo se convierte en real y Diana pasa a ser la favorita del rey que nada más ascender al trono cederá el castillo de Chenonceaux a su dama, sin duda el mejor de los regalos que jamás volverá a realizar ningún rey a su amante, así como ducados, joyas, tierras, magníficas casas en París, granjas y cotos de caza. Finalmente la hizo virtualmente señora de Fontenebleau, que pudo transformar a su gusto.

Ambos compartieron su gusto por las cacerías y su pasión por los caballos. En Anet organizaba fiestas y magníficos banquetes en salones especialmente diseñados para realzar su belleza. Pero no quiso limitarse a desempeñar su puesto en la vida privada del monarca. Se apoyaba en el partido católico, liberado por los Guisa, casa a la cual favoreció y protegió cuanto pudo y a la que se sentía unida por lazos familiares tras las bodas de sus dos hijas con sendos príncipes pertenecientes a ella.

Todo ello afianzó el poder de Diana y de algún modo todos se propusieron contentarla, desde embajadores, nobles y solicitantes de todas clases le pedían audiencia. Ella situó a sus amigos “verdaderas aves de rapiña” en el Consejo y convertida en duquesa de Valentinois, reinaba.

Todo acabaría con la muerte del rey, Catalina de Medicis le negó a Diana la entrada en palacio y fue el principio del fin. Le hizo devolver las joyas, gran cantidad de dinero y por supuesto Chenonceaux, pero tuvo que negociar y entregar a cambio el castillo de Chaumont que tenía mayor rentabilidad. Y no ser demasiado exigente con ella ya que seguía contando con una enorme influencia que no convenía desairar.

Diana moriría dos años más tarde en su castillo de Anet, su hija mayor hizo construir una estatua conmemorativa en su honor en la iglesia de la villa, que después en 1576 se trasladaría a la capilla del castillo. Durante la Revolución Francesa en 1795 su tumba fue profanada y sus restos arrojados a una fosa común. Ya en 1959 y hasta 1967 se restauró la capilla de Anet y en 2009 sus restos fueron rescatados y depositados en su lugar original, viaje final de una mujer en busca de la eterna juventud.