¿Qué
deberíamos decirle al jurista francés Jean Bodín? En 1586 relegó a las mujeres
al margen de la vida civil, siendo excluidas de todo cargo público y no dejando
que se ocuparan de otra cosa que no fueran “asuntos domésticos”.
Apareció una
nueva concepción familiar, considerada a partir de entonces como el
fundamento sobre el que se basa el edificio del Estado moderno, que se rige por
el cabeza de familia.
Para
garantizar este orden familiar, se sacrificaba así para la mujer, no solamente su libertad,
también su persona jurídica, ella no tenía prácticamente más identidad que la
de ser hija, esposa, madre o viuda, donde solamente este último estado le
garantizaba una cierta autonomía civil. Literalmente hablando, la incapacidad
femenina significaba que sin la autorización del padre, parientes masculinos o
el rey, las mujeres no tenían ninguna capacidad jurídica autónoma.
Una esposa no
podía disponer, por ejemplo, de sus bienes, ni asumir un cambio, ni declarar
ante la justicia. La defensa de la institución familiar, implicaba proteger la
dignidad de la esposa, ya que el enlace matrimonial, la ponía en el centro de
la vida doméstica. Una mujer debía ser tratada con respeto.
Sobre el plano
material, ella estaba protegida por la dote, una especie de pensión o anualidad
que ella recibía en caso de fallecimiento de su marido. En contrapartida,
juristas, moralistas y los hombres de la Iglesia, se pusieron de acuerdo para
exigir obediencia, modestia, castidad, parsimonia, reserva y no se detenían
para conseguir los métodos educativos necesarios para desarrollar estas
virtudes.
¿Cuál era entonces el tipo de educación
deseable? Ello hizo surgir voces en contra, Christine de Pisan fue la primera
en objetar que se tendrían que enviar a las hijas al colegio para que su
inteligencia se desarrollara igual que la de los hombres. En casa de Marie de
Gournay no hay rastro de resignación, sino un grito de amargura que ella hace
constar en 1626 en el “Grief des dames” (Quejas de señoras).
Las cosas no
mejoraron en el siglo XV, ni el XVI, pero aparecieron voces deseosas de salir
de esta situación absurda y Margarita de Navarra, se abre a la literatura
femenina, para relatar los acontecimientos trágicos de su vida. Jamás se había
visto en Europa a tantas mujeres, llegar a cargos de responsabilidad, influir
en la política y gobernar. Estas mujeres fueron:
Anne de
Francia, hija de LuisXI, tomó las riendas del poder durante la minoría de edad
de su hermano Carlos VIII. Su hija Suzanne que escribió “Enseignements”,
Margarita reina de Navarra, perfecta en poetísa, docta en filosofía y consumada
en escritura sánscrita. Dos generaciones más tarde Margarita, hija de Enrique
II y Catalina de Medicis, también reina de Navarra. Nadie discutía ya la
necesidad de una educación humanista e intelectual para las princesas reales y
las damas de la alta nobleza.
Ello nos viene a confirmar que Jean Bodín no
tenía razón, jamás la tuvo, ni la tendrá. Lo que yo le diría sería: tenías
miedo, sólo eso, un miedo de dificil descripción que te llevó al absolutismo, miedo a la diversidad, al caos en la lucha de poderes, a perder el control de dicho poder, a no
compartir junto a ellas ni con nadie, las infinitas posibilidades que podrían ofrecer de
haber sido educadas y guiadas en su formación adecuadamente. La ambición y el temor de unos pocos, nos lleva siempre en dirección contraria al bien colectivo.
Nos sigue
costando, pero ahí estamos, luchando por nuestro espacio y nuestros derechos,
haciéndonos sentir, haciéndonos valer, hay que recuperar muchos siglos de
lastre, pero amigo mío, ya no hay retorno, mientras podamos manifestarnos,
expresarnos y hacernos sentir, el espacio se va recuperando a grandes pasos sin
retroceso.
¿Dónde tenías la cabeza para legislar tal
atrocidad? Las fuerzas deben unirse, no dividirse. Espero que todos lo tengamos
aprendido.
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