Realizar una visita a los Monasterios de Suso y Yuso es encontrarse de nuevo con uno mismo y la naturaleza que nos envuelve. Caminar entre siglos de historia y de leyendas, sobre todo leyendas, junto a unos parajes de enorme belleza. Unas personas muy amables nos realizaran una visita guiada por estos edificios que permanecen prácticamente inalterables por el paso del tiempo. Degustaremos su rica gastronomía y especialmente sus vinos. Nos alojaremos cómodamente, no importa si en hotel o casa rural, cualquier opción es buena, pero estaremos muy lejos de San Millán de su cueva, de su filosafía y de su forma de entender la vida de anacoreta. También lejos de los monjes que habitaron durante siglos estos parajes y para los que el tiempo era algo relativo. Lejos de sus códices y cantorales, de su vida monástica, de su oración y su silencio.
Reyes y nobles intentaron conquistar las tierras, dominar sus habitantes y controlar sus riquezas. Favorecieron la construcción de ambos monasterios en base a San Millán. Su tumba venerada durante siglos se queda sin adeptos, solamente un grupo de curiosos se acerca hasta ella e intentan conseguir una fotografía para el recuerdo. No les culpo, yo soy uno de ellos. EL padre Ugarte me lo recuerda a su manera, sutilmente, con la mirada amable de quien se siente en paz, pero no por ello deja de decir lo que piensa sin ofender, sin molestar. El es para mí sin duda un fenónemo en peligro de extinción. No hay vocación, no hay seguidores. Solamente nos quedará El Estado que se hará cargo de sus riquezas y explotará mediante fórmulas diversas el llamado turísmo cultural. Todo cambia, la vida monacal también anuncia su crisis personal. Y la historia... pues eso... la historia, historia es.